A efectos prácticos, los SSD son notablemente más rápidos que los HDD, del orden de cinco veces más según nuestras propias pruebas. Los SSD son capaces de transferir información a una velocidad de hasta 500 MB/s, mientras que los discos duros tradicionales suelen ofrecer unos 100 MB/s, muchos modelos incluso menos.

Otro punto importante es que la velocidad de acceso a los datos, es decir el tiempo que se tarda en encontrar un dato, es mejor en los SSD: entre 0,05 y 0,23 milisegundos, frente a los entre 7 y 16 ms. de los discos duros mecánicos. Por supuesto cuando menor sea el tiempo de acceso mejor será para nuestros intereses, y desde luego la diferencia es significativamente amplia.

Todas estas mejoras son debidas, en parte, a que los SSD no usan partes mecánicas, al contrario que los HDD en los que un disco gira a una cierta velocidad y una aguja se va moviendo para ir ‘leyendo’ los datos. El no requerir movimiento para su funcionamiento también repercute en otras ventajas, como que toleran mejor los golpes, no emiten ruidos significativos, generan menos calor e incluso consumen menos energía, algo importante sobre todo en ordenadores portátiles.